lunes, 27 de octubre de 2014

Doña Mora y el Caracol Jaimito


   En un jardín de un gran palacio del bosque lejano, había un árbol de moras de hojas frondosas que no daba fruto y era conocida como Doña Mora, cada vez que pasaba el Rey de aquel palacio buscaba alguna mora para degustar el paladar y como no encontraba ninguna se iba a otros árboles frutales para deleitarse con los diferentes sabores que en ellos encontraba; esto sucedía todos los fines de semana.
 
   Un grupo de caracoles pasaba por ahí y uno de ellos llamado Jaimito observó ese detalle que le llamó la atención y se preguntaba porque aquella mora no daba frutos y decidió preguntarle:
 
– Doña Mora, ¿Me permite hacerle una pregunta? – Dijo el Caracol.
 
   Doña Mora era muy soberbia y no le gustaba conversar con alguien que no estuviera al nivel de ella, pero como se sentía aburrida decidió responder al caracol.
 
– Dime bicho raro, que quieres preguntarme? – Dijo Doña Mora.
 
El Caracol estaba sorprendido por la respuesta y le dijo:
– Doña Mora, usted no sabe respetar, yo le estoy preguntando cortésmente y si me permite quiero saber ¿Cuándo va dar frutos?
– ¡A ti que te importa! … ¡yo daré cuando quiera! … pero mejor ¡no!… ¡quiero conservar mi belleza! – Dijo Doña Mora de manera displicente.
– ¿Belleza?, con esas hojas rugosas le llama ¿belleza?, más bonita se la vería con sus deliciosas moras–  dijo el Caracol Jaimito.
 
Doña mora se sintió ofendida, nadie le había dicho tal insulto y le respondió al Caracol:
– Apártate, no me fastidies, ¡fo… fo… fo!.
Y diciendo eso, Doña Mora con sus ramas espantaba al Caracol.
 
Sus compañeros caracoles lo llamaron:
– Jaimito, ¡no te atrases!, no tiene importancia conversar con alguien que no le gusta conversar y ofende a los demás.
 
   El Caracol Jaimito se fue triste, solo quería de alguna manera tener amistad con ella y fue a buscar con sus compañeras algunas lechugas que estaban en la huerta del palacio para comer.
 
   Unas semanas después el Rey pasaba de nuevo por los árboles frutales, y miro que Doña Mora no tenía frutos y llamó al jardinero del palacio, el cual al escucharlo corrió rápidamente donde él:
– Su alteza, ¿Qué mandáis de mí?–  dijo el jardinero.
 
El Rey le respondió:
– He pasado en varias ocasiones a buscar frutos de mora en este árbol y no los he encontrado, ¿has cuidado bien de Doña Mora?
– Si su alteza, la he regado, le he dado todos los nutrientes que necesita para su crecimiento, pero he observado que todo se va en desarrollar sus hojas, por lo menos le da sombra cuando haga sus caminatas su alteza.
– ¡No me sirve!–  dijo iracundo el Rey y continúo diciendo:
– Todo ser vivo en el bosque se le mide por sus obras, de nada sirve hacer algo a lo que no está destinado ser, si no da frutos terminando el verano lo arrancas y lo utilizas como leña–  y se fue a paso ligero el Rey de aquel lugar.
–  Ya escuchaste, pero por gusto gasto mi tiempo en ti, de todas maneras no darás fruto para la fecha indicada–  dijo el jardinero mirando a Doña Mora.
 
   Doña Mora se había quedado asustada no entendía cómo podían usarla como leña si ella se sentía hermosa, pero le llamó la atención aquella palabra extraña que dijo el Rey.
 
– ¿Obras?, ¿Qué significará aquello?–  Se preguntaba Doña Mora.
 
   Y Doña Mora se entristeció tanto que sus hojas se arrugaron mucho más de lo que estaban. Mientras el caracol Jaimito regresaba de comer sus deliciosas lechugas y vio a Doña Mora triste, no se atrevía acercarse a ella, pero al verla tan apesadumbrada decidió preguntarle:
– Disculpe Doña Mora se siente bien?.
– No Jaimito, creo que mis días están contados–  Dijo Doña Mora.
 
   El caracol Jaimito se alegró porque lo llamo por su nombre pero también se preocupó por lo que dijo Doña Mora.
– A que se refiere Doñita, que ha sucedido?– Preguntó el caracol Jaimito.
– El Rey ha decidido que me mandará a cortar con el jardinero al final del verano porque no tengo obras, que tampoco sé qué significa eso–  decía Doña Mora con lágrimas que le brotaban de las ramas.
– ¡Oh Doñita!, las obras son precisamente sus frutos, y deben ser muy deliciosas para que nuestro Rey ansíe degustar de su amabilidad– dijo el caracol Jaimito.
 
La Mora respondió:
– Oh no, perdería mi belleza, además mis frutos no son buenos.
 
Y el caracol Jaimito le dijo:
– Pero Doñita, precisamente la hermosura esta en sus frutos y los debiera dar, porque sino el Rey cumplirá su palabra, cada uno de nosotros tiene una belleza interior que debe ofrecerla a los demás con amor.
 
Doña Mora se quedó pensando en lo que le dijo el Caracol y le respondió:
– Está bien pero como podré dar frutos porque he destinado mi atención a mis hojitas y estas se han hecho muy fuertes y bellas.
– Yo te ayudaré tendré que cortar algunas de ellas para que tengas fortaleza en destinar tus nutrientes para lo que fuiste creada–  dijo el Caracol Jaimito.
 
   De esa manera el caracol Jaimito comenzó a cortar las hojas que estaban muy rugosas que no permitían recibir los rayos del sol, ese trabajo le tomo como una semana al pobre caracol que al final estaba exhausto, y Doña Mora solo se quedó con las hojas lisas que le permitía recibir el sol y se sentía con más fuerza; también estaba admirada del ímpetu del caracol y ella le ofrecía algunas hojas que consideraba eran buenas para la alimentación del caracol pero que en realidad no eran del agrado de Jaimito y este las aceptaba por cortesía.
 
   Paso unas semanas y Doña Mora comenzó a brotar varias florecitas de color blanco, eran muy bonitas y Doña Mora se quedó maravillada y dijo:
– Ahora si soy más bella, mira amiguito Jaimito, tenias razón, ¡que bella que soy!
 
   Y el caracol Jaimito se preocupó no por las florecitas sino porque veía que de nuevo Doña Mora entraba en un plan de soberbia y le dijo:
– Cálmese Doñita, todavía no ha terminado, no se mueva mucho para que nuestras compañeras las abejas puedan polinizar sus florecitas.
 
Doña Mora de manera colérica le dijo al Caracol Jaimito:
– Tú crees que voy a permitir a esos insectos tocar mis flores, nunca!!!.
 
   Las abejas que pasaban cerca se ofendieron por lo que dijo Doña Mora y se fueron a otras flores lejos de ahí. El caracol Jaimito le recordó que el fin del verano estaba cerca y si no reaccionaba todo lo avanzado se perdía. Doña Mora reflexionó y consideró que su amigo el Caracol Jaimito estaba en lo cierto y permitió que las abejas fuesen a sus florecitas diciéndoles:
– Amigas abejas, perdónenme, no sé lo que digo pero sean bienvenidas en mis florecitas–  algunas lágrimas salieron de Doña Mora porque lo dijo de todo corazón y es que combatía por dentro contra aquella soberbia que ella tenía.
 
   El Caracol Jaimito veía que si había esperanza y él se sintió conmovido con lo dicho por su amiga, y para convencer a las abejas que todavía dudaban les dijo:
– Amigas abejas, crean lo que dice Doña Mora, soy su amigo y dice la verdad, vengan y disfruten del maravilloso néctar.
 
   Las abejas fueron a tomar el néctar de Doña Mora el cual estaba muy delicioso y a la vez polinizaban las florecitas; y les gustó tanto a las abejitas que estuvieron toda la mañana hasta hastiarse, y es que el arrepentimiento de Doña Mora endulzó el néctar de tal manera que era muy apetitoso.
 
   Pasaron las semanas hasta que llegó el fin de la estación de verano, el Rey paseaba en compañía del jardinero, cuando se acordó de La Mora y le dijo a su jardinero:
– Vamos a ver aquella Mora si ha dado fruto.
 
El jardinero se había olvidado de revisar aquella mora pero se decía así mismo en su mente:
– Por gusto me preocupo, estuve todo un año cuidándola y no dio fruto, y no la he visto hace unos meses, así que debe estar llena de hojas y sin fruto; ya era un caso perdido…
Cuando el Rey que se había adelantado gritó:
– ¡Oh Milagro!, maravilla que moras tan grandes y rojas, voy a probarlas, ¡Uhmmm! que deliciosas, que ricas, nunca he probado en mi vida algo tan delicioso.
 
El jardinero estaba tan asombrado que no podía creerlo y se decía:
– ¡Cómo es posible esto!
El Rey muy contento le dijo al jardinero:
– Te felicito siervo mío, haz logrado sacar frutos donde era casi imposible–  y el Rey reía de emoción por algo que consideraba milagroso gracias a su siervo.
 
   El jardinero estaba estupefacto, y observó que Doña Mora no tenía esas hojas rugosas y que en sus troncos había el rastro de baba de Caracol y vio al Caracol Jaimito en la cima del árbol observándolos, comprendió que era obra de aquel animalito y le dijo al Rey:
– Su alteza perdóneme, pero el mérito lo tiene ese Caracol que ve ahí–  El jardinero lo señalaba con su mano.
 
Y el Rey le respondió:
– ¿Queeé? me estas tomando el pelo.
– No su alteza–  dijo el jardinero–  la verdad que en estos meses me olvidé de cuidar a Doña Mora porque consideré que era vano trabajar en ella, pero veo que Doña Mora ha sido bien cuidada por este amigo de la naturaleza y que en su interior tiene la sabiduría del bosque. Y este caracol se ha dado completamente a ella, además me ha enseñado algo que no entendía en mi labor de jardinero y es que debo trabajar con fe “POR” las plantas que están a mi cuidado y nunca abandonarlas.
 
El Rey le contestó:
– Perdono tu descuido solo por ser sincero conmigo, y no solo es tu trabajo, también es el “DAR” de Doña Mora que con amor nos entrega el fruto de tu trabajo, del caracol, de ella misma y de todo ser que contribuyó en este fruto–  el Rey sostenía la mora y continuo diciendo:
– De esta manera daré nombre a una nueva actividad en la jardinería que se llamará “PODAR”, y podrá ser usado de manera simbólica para representar que el Obrar con fe en el trabajo diario nos da como fruto el amor que conduce a la felicidad.
 
   El Rey con ayuda del jardinero se llevó en varios costalillos las moras para invitar a sus comensales las exquisiteces de su Reino.
 
Doña Mora después de escuchar al Rey se sintió halagada de felicidad y le dijo al Caracol Jaimito:
– Amigo mío, gracias por ayudarme, por dedicarme tu tiempo y lo más importante por ofrecerme tu amistad, ahora comprendo que el Obrar es amar, y que el fruto de ese amor es la felicidad.
El Caracol Jaimito le respondió:
– Vaya, vaya, Doñita; se ha vuelto muy filósofa usted. Pero tiene razón amiga mía y me da gusto que haya comprendido el significado y también he aprendido que nunca es tarde para cambiar; solo me apena no haber probado de sus frutos porque el Rey se ha llevado todas las moras y yo solo me contento con su gran amistad.. je je.–  dijo sonriendo el caracol Jaimito.
 
   Doña Mora abriendo sus hojas le mostró una mora gigante que había escondido y le dijo a su amigo el Caracol:
– Jaimito, el mejor fruto está reservado para un gran amigo como usted que puso su fe y amor en esta pobre vanidosa como yo y obtiene el premio mayor de mi mejor cosecha.
 
   El Caracol Jaimito se puso muy feliz comiendo aquella mora tan inmensa y deliciosa para él, y disfrutando mientras comía dijo:
–  Doña Mora yo disfruto de su compañía y usted será mi amiga para toda la vida. Y desde ese día, Jaimito junto a sus amigos los caracoles vivieron muy felices cobijados bajo las ramas hospitalarias de Doña Mora.
 
*** FIN ***
Elaborado el lunes, 22 de octubre de 2012
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07/11/2012 lapm

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