domingo, 12 de abril de 2015

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Querido amigo y amiga:

Comparto contigo estos 10 Cuentos para el Alma, que se lo dedico a nuestro amado Dios, para quienes lo lean, los ayude a reflexionar en las cosas sencillas de la vida y conocer que en el fondo de ello, existe alguien quien nos ama en el trayecto de nuestra vida. Gracias, porque sin ti no hubiera podido realizarlo.

Rezo por ti,
     Tu amigo,

           Luchitos

Indice

sábado, 11 de abril de 2015

Munayi Pachas y la flor del Texao


   En los andes de Sudamérica, en la parte central del continente, vivía Munayi Pachas, una jovencita trabajadora y luchadora; de costumbres andinas, cuya razón de vivir era estar en armonía con el medio ambiente de su entorno. Las costumbres las aprendió desde muy pequeña con sus taitas (maestros sabios protectores), todos los principios básicos del Incanato como: Ama Sua (No seas ladrón), Ama Llulla (No seas mentiroso) y Ama Quella (No seas ocioso); esto le ayudó mucho en formar su carácter, como decía su abuelo: “a tener un Intihuatana (reloj solar incaico) en su vida”, para saber en qué situación moral se encontraba en un momento dado, así como el Intihuatana ayudaba a saber la estación del tiempo por la posición del sol, también estas leyes incaicas le ayudaban a saber el estado de su conciencia.
    
   Un día mientras bajaba por las montañas, cruzando las quebradas de un valle muy hermoso, custodiado por tres volcanes con un río de aguas cristalinas que regaba los campos y las andenerías incaicas, observó que cerca de ahí había una acequia que estaba al costado de una andenería; y en el borde de esa acequia había una flor muy hermosa de color que variaba con los rayos del sol entre naranja y rojo, que los habitantes de aquel lugar la utilizaban en los arreglos florales en las ceremonias más importantes.
    
   Munayi Pachas miró aquella flor que cantaba una melodía triste a manera de Yaravíes, que en el fondo era un cántico melancólico que parecía contar una historia de amor:   
 
Penas de mi alma, caen de mis ojitos   
Penas de mi alma, caen a mis petalitos   
Aquella pena, que deja mi corazón blandito   
Aquella pena, me lleva a mis recuerditos   
    
 Munayi Pachas se conmovió con la melodía de esa canción y no se resistió en preguntarle:    
–¿Por qué lloras hermosa flor?    
–Penas, penas de un amor que ya no está y que ya no existe.   
–¿De un amor que ya no está? Preguntaba Munayi…   
–Sí, de un príncipe que existió hace muchos años y quedó convertido en un bello volcán dormido, mientras yo soy el recuerdo de una princesa del pasado que plasmó su amor en una humilde flor y quedo convertida en la hermosa flor que los lugareños la llaman la flor del Texao como símbolo de su pueblo.   
–Oh ya veo, y esa flor eres tú?
– Si soy yo– Y la flor encogió sus pétalos en actitud de humildad.
¿Quiénes les hizo esa maldad? – preguntó iracunda Munayi.   
–Fueron los odios y venganzas de pueblos que buscaron el poder y persiguieron al verdadero amor para destruirlo– contestó de manera triste el Texao.   
– Pero ya pasó mucho tiempo – decía Munayi. Y es que entendía que los amores imposibles del pasado quedaban atrapados en este mundo.  
–Sí, pero ese rencor no se olvida, es una pena interior que nace del corazón– decía tristemente el Texao.  

   Mientras la flor del Texao miraba la acequia con agua cristalina que pasaba por debajo de sus enredaderas, dos lágrimas caían en ella, una lágrima formaba el rostro del príncipe y la otra lágrima el rostro de la princesa, que se unían en un beso apasionado dejando que la corriente comenzara a llevarse desfigurando esos rostros como un recuerdo del pasado.  

   Munayi, no sabía cómo responder ni que hacer para ayudar a esa pequeña y hermosa flor, luego ella meditaba muy pensativa y reflexiva mirando al Inti (Dios Sol de los Incas) como repitiendo esa costumbres de sus Taitas, como si ese Dios desconocido que sabían que era mucho más grande que el Sol, buscaba una apoyo, una ayuda que le permitiera dar al Texao. Ella decía al Inti:  

–Amado Dios, más que Sol eres Eterno e infinito de todo lo que existe y existirá, ayúdame cómo puedo ayudar a mi pequeña flor del Texao, que se encuentra muy triste.  

   Luego de un breve silencio, Mayuni sentía como latía su corazón, Pan, Pan … Pan, era extraño como si su propio corazón le quisiera decir algo. El Texao al verla muy preocupada por su situación le dijo:  

–Amiga, pequeña niña, no se preocupe por mí, siga su sendero, déjeme con mi tristeza, que mi corazón solitario siempre ha permanecido así.  

   Pero Munayi Pachas miraba aquella flor con mucha ternura, era como si su pensamiento ya estaba encontrando las palabras adecuadas para ayudarla y sin mucho esfuerzo comenzó a cantar una canción con una melodía muy bonita:  

Pan pan Pan pan…
Panpachana el corazón  
Panpachacuna a ti misma  
Que la pena queda olvidada  
Para tener un corazón bonito.  
   
   La expresión del Texao cambió, era como si esa melodía convirtiera sus penas en alegrías, y se preguntaba que significaba esas palabras tan extrañas, pero que encerraba una entonación de mucha fuerza en sus pétalos, haciéndolos más vigorosos y llenos de color.  
   
Y como si leyera los pensamientos del Texao, Muyani le explicó con su tierna voz:  

–Es el lenguaje de mis taitas, Panpachana es perdonar y Panpachacuna es perdonarse; perdonar a los demás y perdonarse así misma, es la única manera que la nostalgia del corazón quede sanada.  
–Perdonar y perdonarse, que profundas palabras, entiendo lo que me quieres decir– decía el Texao.  
   
   Una pequeña sonrisa se reflejaba en la flor del Texao cuyos colores se hacían más intensos entre naranja, amarillo y rojo. Y el corazón de Munayi Pachas comenzaba a latir de nuevo con ese Pan, pan … Pan; y comprendía que ese sonido que salía de su corazón había impulsado a que salieran esas palabras del perdón: Panpachana y Panpachacuna. Y solo el perdón sale de algo que es poderoso y bueno, como recordaba a sus Taitas cuando le pusieron por nombre Munayi que significaba amor.   

–Solo del verdadero amor sale el perdón–dijo en voz alta Munayi Pachas.  
   
   El Texao también meditaba y comprendía, hizo una pausa, miró al volcán dormido que simbolizaba al príncipe, luego miró al cielo y desde el interior del corazón que guardaba las penas de la princesa dijo:  

–Príncipe y Princesa, descansen en paz, perdono y me perdono, que su amor sea libre como el viento y vayan al cielo donde estarán en paz con el verdadero Dios.  

   Luego una paz inundó el corazón de la flor del Texao, como si un gran peso se iba de sus pétalos, miró cariñosamente a Munayi Pachas y ella también la miró como si a través de la mirada se comunicaran, y en un abrazo de amistad comenzaron a cantar esa hermosa melodía del perdón: 

Pan pan Pan pan…
Panpachana el corazón  
Panpachacuna a ti misma  
Que la pena queda olvidada  
Para tener un corazón bonito.  
  
   De esa manera terminaron alegremente, donde Munayi Pachas cuidaba aquella campiña hermosa con todas su plantitas y árboles incluida su gran amiga el Texao, mientras aquella flor era la más admirada cada día como símbolo representativo de la paz, que invitaba a los habitantes de aquel lugar a olvidarse de sus rencores y perdonarse mutuamente para vivir con alegría cada día.

*** EL FIN***
Elaborado el viernes, 10 de abril de 2015

viernes, 2 de enero de 2015

Felipa y la bata mágica

   En una ciudad del tiempo presente, vivía una chica muy lista que le gustaba la moda, pero ella pensaba que no tenía las cualidades físicas de otras mujeres que participaban en los concursos de belleza, y uno de sus sueños era llegar a ser una gran modelo profesional, porque le gustaba sentirse exitosa en ese ritmo de vida que llenaría sus expectativas con el mundo de la moda.

   Un día leyó en el periódico que el concurso de belleza de la ciudad empezaría dentro de una semana y ella deseaba participar en el certamen. Tenía muchos deseos de concursar, pero antes tenía que mejorar su apariencia física, para ello, pensó visitar un salón de belleza.

   Felipa se dirigió al salón que quedaba cerca de su casa y los estilistas analizaron su caso, le recomendaron bastantes tratamientos faciales, teñido de cabello, manicure y pedicure entre otros. Ella se dio cuenta que el tema de la belleza era demasiado costoso y prácticamente escapaba de su presupuesto, el cual representaba la mitad de sus ingresos.

   Felipa echó una mirada a la revista de modelos que se presentarían al concurso y observó lo que era obvio, la belleza de las otras chicas era mejor, miró su rostro en un espejo y no tenía la gracia y dulzura natural de aquellas modelos, ¿cómo podría competir contra ellas?.

Ella misma se decía:
–¡Cómo quisiera tener una hada madrina para que me haga bella como aquellas modelos!

Vanas imaginaciones en su tonta cabeza pensaba ella.
–Tonta soy en pensar en los cuentos de hadas.

   La realidad aparentemente mostraba lo imposible, que era tener algo que no posee, en este caso la belleza física. Ella recordaba de niña que su difunta abuela materna le regaló una bata rosada muy especial y mágica, para que cuando ella cumpliera los 18 años de edad, la pudiera usar y eso le daría una belleza especial.

   Comenzó a buscar ese baúl de la abuela donde estaba guardada la bata rosada y sacando prenda por prenda la encontró, estaba bien dobladita y en buen estado, tal como se la dejó su abuela, la volvió a doblar con mucho cariño y se preguntaba:
– Cómo pudo hacer mi abuela algo tan bonito y a mi medida?

   Su abuela se proyectaba que cuando ella tuviera edad de señorita le gustaría mucho, y quería dejar como marca el amor que se reflejó en esa bata dándole un toque mágico de ternura.

Ella estaba media pensativa con la bata y al fin se dio ánimo diciendose asimisma:
– ¿Por qué no? Voy a inscribirme en el concurso de belleza. Nada pierdo.
 
Es así que Felipa llenó lo formularios para el concurso y los presentó a la Organización del concurso de belleza de la ciudad, el cual le comunicaron para el día de mañana se presentase a un casting de fotos preliminar para su participación.

– ¡Tan pronto!, no puedo creerlo, y no estoy preparada– se decía Felipa de manera muy preocupada.
Regreso a su casa, y en su dormitorio se estresaba de su participación, pintaba su rostro para verse de mejor manera pero se sentía fea.

– ¡Que voy hacer! ¡Mi participación apesta!

   La pobre Felipa vio el baúl donde estaba la bata que le regaló su abuela y se lo probó, miró al espejo y vio que le quedaba muy bien además que se sentía tan cómoda y abrigada con la bata, que de tanto verse en el espejo le dio un poco de sueño, se dirigió a su cama, y se echó pensando que sería una pequeña siesta pero quedó dormida en un profundo sueño.

Mientras soñaba, miraba que la bata cómo comenzaba a brillar, como que la bata tuviera vida y con voz propia le decía:

–Sonríe, sonríe mucho, no te preocupes que estoy contigo.

   No sabía como describir de como se sentía dentro de sí, era una sensación de tranquilidad, esa frase le calmaba en su interior dándole mucha paz.

Felipa despertó y miró la hora, era las 9 am.
– ¡Oh! cómo me pude quedar dormida, debo prepararme para la sesión de fotos y no estoy arreglada.

   Mientras Felipa se alistaba, pensaba en esa frase que había escuchado en su sueño, esa frase que le daba mucha paz y cada vez que la recordaba ella sonría mucho. Fue al casting de fotos y ella sentía tanta felicidad en su interior que el fotógrafo se quedaba asombrado, y le tomaba de varios ángulos el cual, ella salía muy fotogénica en todas las fotos. Al final el fotógrafo le dijo:
– Bienvenida al certamen de belleza, has sido admitida.

   Felipa dio un grito de emoción, no podía creerlo y es así que muy feliz regresó a su casa, pero para sorpresa de ella la esperaba un Señor, el cual los organizadores del concurso le asignaron un asistente llamado Mathew, el cual era un señor de sesenta años de edad, y Felipa se decía asimisma:
– ¡Oh no!, me han asignado al Matusalén de la moda.

   Pero luego pensó que como ella no era muy bonita como las otras chicas del concurso, le habían mandado un señor mayor mientras ellas tenían los mejores estilistas de la moda.

   Pero lo que no sabía Felipa es que Mathew tenía mucha experiencia, había trabajado como cuarenta años en la moda, aunque ya no era muy rápido como antes, tenía un gran criterio para la belleza. Al observar a Felipa, se dio cuenta que era una belleza en bruto que tenía que trabajar en ella.
–Disculpe. 

Mathew se presentó ante Felipa diciéndole:
–Señorita Felipa, no se preocupe, soy su asistente, yo la voy a poner muy linda.

   Felipa sonrío, se sentía extraña a pesar que ella había tenido ese prejuicio por la edad de Mathew, confiaba en él, era extraño que a partir de haber encontrado aquella bata todo le iba saliendo muy bien, parecía que esa bata tuviera un efecto mágico en ella.

   Al día siguiente, en el lugar del certamen de belleza, Mathew observó la maleta de Felipa y miró la bata que llevaba entre sus pertenencias y le llamó mucha la atención ese toque rosado que luego le inspiró para maquillar a Felipa. Empezó arreglarla, utilizando todos los secretos de belleza que él conocía, y cuando terminó vio su obra maestra y quedó muy contento porque se la veía muy hermosa.

Y Felipa abrió los ojos diciendo:

– ¡Oh Dios mío! !Mathew que hermosa me has hecho!, discúlpame Mathew yo pensé mal de ti considerándote desfasado en la moda pero eres un gran artista.

– ¡No Señorita Felipa!, no se preocupe a veces a mi edad dicen cosas muy feas de mí, más bien su bata rosada me ha inspirado y creo haber acertado en su maquillaje, ya está lista para concursar, vaya a desfilar.

   Felipa le dijo que esa bata la había hecho su abuela y luego se fue a desfilar muy contenta contra las cincuenta concursantes que estaban participando, ella sonreía mucho, recordaba esa sensación como si tuviera su bata puesta, y comenzó a pensar que se trataba del amor que su abuela le había puesto en esa bata y que ese amor contagió a Mathew, y gracias a ello la arregló muy bella, en el fondo pensó que es el resultado del amor en las cosas que uno hace por los demás. 

   Pasado el tiempo del concurso, el jurado comenzó a dar el resultado de las cinco finalistas, entre ellas se encontraba Felipa, ella se maravillaba, pero en el fondo sabía que era resultado del esfuerzo que había puesto Mathew en ella y la motivación que tenía en el recuerdo de su abuela a través de esa bata mágica.

–Señorita, ya ve, se encuentra dentro de las cinco finalistas y esa bata que tiene ahí parece ser mágica porque me ha dado más ideas con esas estrellas que tiene la bata para ponerla más linda.

   Felipa solo pensaba en ello, cómo esa bata estuviera inspirando a Mathew, y él la maquillaba dándole una especie de contraste celestial que al mirarse al espejo parecía un ángel del cielo; ella continuaba pensando y es que meditaba que debía perdonarse así misma porque cuando recordaba cómo se sentía en un inicio tan pesimista y como se autosugestionaba tan negativamente pero ahora se sentía  bien y veía que su corazón ahora estaba concentrada en ofrecer amor a través de su belleza independientemente si ganara el concurso que ahora lo consideraba algo superficial.

Y es así que empezó el concurso con las cinco finalistas, cada una tenía que contestar una pregunta.

A Felipa le tocó la siguiente pregunta:
– ¿Qué mensaje le darías a las personas presentes?

Y Felipa se la veía muy pensativa, tenía que ser un mensaje corto pero con gran sentido  y respondió:

–Mi mensaje es que nunca dejen de soñar, luchen por sus sueños, y empiecen en su interior librando esa batalla que nosotros mismos nos saboteamos, y no permitan que suceda eso, la única manera es ofreciendo nuestro amor de manera mágica en todo lo que hacemos a los demás.  

   Ese mensaje rompió en un aplauso espontáneo de las personas presentes demostrando que les gustó mucho lo que respondió.

   Luego una vez finalizada la ronda de preguntas comenzó a darse el veredicto del jurado mientras empezaban a dar el resultado de las finalistas, ella veía que estaba quedando entre los dos primeros lugares y su compañera le agarró la mano, Felipa le sonrió y le apretó un poco la mano para darle fuerzas porque la sentía nerviosa; Felipa solo se contentaba con quedar en el segundo lugar, ya era suficiente lo que había hecho para llegar a la final pero también se decía que tenía que luchar hasta el último, porque su sueño era ser una modelo profesional y que una vez ganado el concurso la convertiría automáticamente en lo siempre había soñado.

   En ese momento que se hacía muy largo para dar el nombre de la ganadora, escuchó finalmente su nombre como Señorita Felipa la reina del concurso de belleza de la ciudad y también la nombraron como la mejor modelo fotogénica del concurso. Se le salieron las lágrimas, le pusieron la corona y el cetro de Reina,  en ese momento Mathew se acercó, y le puso la bata, se la veía muy bien, parecía una capa de Reina que para el público nunca adivinó que se tratara de una bata.

Felipa se decía así misma mirando su hermosa bata:
– En verdad es una bata mágica, llena de gran significado, inspirada en el amor de mi abuela y que muestra una belleza que inspira a los demás, y que también me hace sonreír desde el corazón.

   De esa manera Felipa vivió muy feliz, convenciéndose que todo es posible hacer en la vida mientras uno se lo propone hacerlo, y cada noche se ponía su bata mágica inspirándose en qué más puedo hacer por los demás.

*** EL FIN***
Elaborado el viernes, 2 de enero de 2015