viernes, 2 de enero de 2015

Felipa y la bata mágica

   En una ciudad del tiempo presente, vivía una chica muy lista que le gustaba la moda, pero ella pensaba que no tenía las cualidades físicas de otras mujeres que participaban en los concursos de belleza, y uno de sus sueños era llegar a ser una gran modelo profesional, porque le gustaba sentirse exitosa en ese ritmo de vida que llenaría sus expectativas con el mundo de la moda.

   Un día leyó en el periódico que el concurso de belleza de la ciudad empezaría dentro de una semana y ella deseaba participar en el certamen. Tenía muchos deseos de concursar, pero antes tenía que mejorar su apariencia física, para ello, pensó visitar un salón de belleza.

   Felipa se dirigió al salón que quedaba cerca de su casa y los estilistas analizaron su caso, le recomendaron bastantes tratamientos faciales, teñido de cabello, manicure y pedicure entre otros. Ella se dio cuenta que el tema de la belleza era demasiado costoso y prácticamente escapaba de su presupuesto, el cual representaba la mitad de sus ingresos.

   Felipa echó una mirada a la revista de modelos que se presentarían al concurso y observó lo que era obvio, la belleza de las otras chicas era mejor, miró su rostro en un espejo y no tenía la gracia y dulzura natural de aquellas modelos, ¿cómo podría competir contra ellas?.

Ella misma se decía:
–¡Cómo quisiera tener una hada madrina para que me haga bella como aquellas modelos!

Vanas imaginaciones en su tonta cabeza pensaba ella.
–Tonta soy en pensar en los cuentos de hadas.

   La realidad aparentemente mostraba lo imposible, que era tener algo que no posee, en este caso la belleza física. Ella recordaba de niña que su difunta abuela materna le regaló una bata rosada muy especial y mágica, para que cuando ella cumpliera los 18 años de edad, la pudiera usar y eso le daría una belleza especial.

   Comenzó a buscar ese baúl de la abuela donde estaba guardada la bata rosada y sacando prenda por prenda la encontró, estaba bien dobladita y en buen estado, tal como se la dejó su abuela, la volvió a doblar con mucho cariño y se preguntaba:
– Cómo pudo hacer mi abuela algo tan bonito y a mi medida?

   Su abuela se proyectaba que cuando ella tuviera edad de señorita le gustaría mucho, y quería dejar como marca el amor que se reflejó en esa bata dándole un toque mágico de ternura.

Ella estaba media pensativa con la bata y al fin se dio ánimo diciendose asimisma:
– ¿Por qué no? Voy a inscribirme en el concurso de belleza. Nada pierdo.
 
Es así que Felipa llenó lo formularios para el concurso y los presentó a la Organización del concurso de belleza de la ciudad, el cual le comunicaron para el día de mañana se presentase a un casting de fotos preliminar para su participación.

– ¡Tan pronto!, no puedo creerlo, y no estoy preparada– se decía Felipa de manera muy preocupada.
Regreso a su casa, y en su dormitorio se estresaba de su participación, pintaba su rostro para verse de mejor manera pero se sentía fea.

– ¡Que voy hacer! ¡Mi participación apesta!

   La pobre Felipa vio el baúl donde estaba la bata que le regaló su abuela y se lo probó, miró al espejo y vio que le quedaba muy bien además que se sentía tan cómoda y abrigada con la bata, que de tanto verse en el espejo le dio un poco de sueño, se dirigió a su cama, y se echó pensando que sería una pequeña siesta pero quedó dormida en un profundo sueño.

Mientras soñaba, miraba que la bata cómo comenzaba a brillar, como que la bata tuviera vida y con voz propia le decía:

–Sonríe, sonríe mucho, no te preocupes que estoy contigo.

   No sabía como describir de como se sentía dentro de sí, era una sensación de tranquilidad, esa frase le calmaba en su interior dándole mucha paz.

Felipa despertó y miró la hora, era las 9 am.
– ¡Oh! cómo me pude quedar dormida, debo prepararme para la sesión de fotos y no estoy arreglada.

   Mientras Felipa se alistaba, pensaba en esa frase que había escuchado en su sueño, esa frase que le daba mucha paz y cada vez que la recordaba ella sonría mucho. Fue al casting de fotos y ella sentía tanta felicidad en su interior que el fotógrafo se quedaba asombrado, y le tomaba de varios ángulos el cual, ella salía muy fotogénica en todas las fotos. Al final el fotógrafo le dijo:
– Bienvenida al certamen de belleza, has sido admitida.

   Felipa dio un grito de emoción, no podía creerlo y es así que muy feliz regresó a su casa, pero para sorpresa de ella la esperaba un Señor, el cual los organizadores del concurso le asignaron un asistente llamado Mathew, el cual era un señor de sesenta años de edad, y Felipa se decía asimisma:
– ¡Oh no!, me han asignado al Matusalén de la moda.

   Pero luego pensó que como ella no era muy bonita como las otras chicas del concurso, le habían mandado un señor mayor mientras ellas tenían los mejores estilistas de la moda.

   Pero lo que no sabía Felipa es que Mathew tenía mucha experiencia, había trabajado como cuarenta años en la moda, aunque ya no era muy rápido como antes, tenía un gran criterio para la belleza. Al observar a Felipa, se dio cuenta que era una belleza en bruto que tenía que trabajar en ella.
–Disculpe. 

Mathew se presentó ante Felipa diciéndole:
–Señorita Felipa, no se preocupe, soy su asistente, yo la voy a poner muy linda.

   Felipa sonrío, se sentía extraña a pesar que ella había tenido ese prejuicio por la edad de Mathew, confiaba en él, era extraño que a partir de haber encontrado aquella bata todo le iba saliendo muy bien, parecía que esa bata tuviera un efecto mágico en ella.

   Al día siguiente, en el lugar del certamen de belleza, Mathew observó la maleta de Felipa y miró la bata que llevaba entre sus pertenencias y le llamó mucha la atención ese toque rosado que luego le inspiró para maquillar a Felipa. Empezó arreglarla, utilizando todos los secretos de belleza que él conocía, y cuando terminó vio su obra maestra y quedó muy contento porque se la veía muy hermosa.

Y Felipa abrió los ojos diciendo:

– ¡Oh Dios mío! !Mathew que hermosa me has hecho!, discúlpame Mathew yo pensé mal de ti considerándote desfasado en la moda pero eres un gran artista.

– ¡No Señorita Felipa!, no se preocupe a veces a mi edad dicen cosas muy feas de mí, más bien su bata rosada me ha inspirado y creo haber acertado en su maquillaje, ya está lista para concursar, vaya a desfilar.

   Felipa le dijo que esa bata la había hecho su abuela y luego se fue a desfilar muy contenta contra las cincuenta concursantes que estaban participando, ella sonreía mucho, recordaba esa sensación como si tuviera su bata puesta, y comenzó a pensar que se trataba del amor que su abuela le había puesto en esa bata y que ese amor contagió a Mathew, y gracias a ello la arregló muy bella, en el fondo pensó que es el resultado del amor en las cosas que uno hace por los demás. 

   Pasado el tiempo del concurso, el jurado comenzó a dar el resultado de las cinco finalistas, entre ellas se encontraba Felipa, ella se maravillaba, pero en el fondo sabía que era resultado del esfuerzo que había puesto Mathew en ella y la motivación que tenía en el recuerdo de su abuela a través de esa bata mágica.

–Señorita, ya ve, se encuentra dentro de las cinco finalistas y esa bata que tiene ahí parece ser mágica porque me ha dado más ideas con esas estrellas que tiene la bata para ponerla más linda.

   Felipa solo pensaba en ello, cómo esa bata estuviera inspirando a Mathew, y él la maquillaba dándole una especie de contraste celestial que al mirarse al espejo parecía un ángel del cielo; ella continuaba pensando y es que meditaba que debía perdonarse así misma porque cuando recordaba cómo se sentía en un inicio tan pesimista y como se autosugestionaba tan negativamente pero ahora se sentía  bien y veía que su corazón ahora estaba concentrada en ofrecer amor a través de su belleza independientemente si ganara el concurso que ahora lo consideraba algo superficial.

Y es así que empezó el concurso con las cinco finalistas, cada una tenía que contestar una pregunta.

A Felipa le tocó la siguiente pregunta:
– ¿Qué mensaje le darías a las personas presentes?

Y Felipa se la veía muy pensativa, tenía que ser un mensaje corto pero con gran sentido  y respondió:

–Mi mensaje es que nunca dejen de soñar, luchen por sus sueños, y empiecen en su interior librando esa batalla que nosotros mismos nos saboteamos, y no permitan que suceda eso, la única manera es ofreciendo nuestro amor de manera mágica en todo lo que hacemos a los demás.  

   Ese mensaje rompió en un aplauso espontáneo de las personas presentes demostrando que les gustó mucho lo que respondió.

   Luego una vez finalizada la ronda de preguntas comenzó a darse el veredicto del jurado mientras empezaban a dar el resultado de las finalistas, ella veía que estaba quedando entre los dos primeros lugares y su compañera le agarró la mano, Felipa le sonrió y le apretó un poco la mano para darle fuerzas porque la sentía nerviosa; Felipa solo se contentaba con quedar en el segundo lugar, ya era suficiente lo que había hecho para llegar a la final pero también se decía que tenía que luchar hasta el último, porque su sueño era ser una modelo profesional y que una vez ganado el concurso la convertiría automáticamente en lo siempre había soñado.

   En ese momento que se hacía muy largo para dar el nombre de la ganadora, escuchó finalmente su nombre como Señorita Felipa la reina del concurso de belleza de la ciudad y también la nombraron como la mejor modelo fotogénica del concurso. Se le salieron las lágrimas, le pusieron la corona y el cetro de Reina,  en ese momento Mathew se acercó, y le puso la bata, se la veía muy bien, parecía una capa de Reina que para el público nunca adivinó que se tratara de una bata.

Felipa se decía así misma mirando su hermosa bata:
– En verdad es una bata mágica, llena de gran significado, inspirada en el amor de mi abuela y que muestra una belleza que inspira a los demás, y que también me hace sonreír desde el corazón.

   De esa manera Felipa vivió muy feliz, convenciéndose que todo es posible hacer en la vida mientras uno se lo propone hacerlo, y cada noche se ponía su bata mágica inspirándose en qué más puedo hacer por los demás.

*** EL FIN***
Elaborado el viernes, 2 de enero de 2015