domingo, 17 de agosto de 2014

Doña Chumbera Tunera y Don Jacinto

 
   En un desierto lejano donde el sol abraza con sus rayos calurosos a cualquier ser vivo que camine por ahí, vivía Doña Chumbera Tunera, que añoraba algún día conocer algún forastero e invitarle sus deliciosas tunas, ya que años a nadie vio caminar en medio del desierto; el único recuerdo que tenía era aquella cabaña abandonada por años que estaba cerca suyo y de aquel pozo que nadie utilizaba; también recordaba a una familia que vivía ahí, la cual se marchó a vivir a la ciudad y no supo más de ella. 

   Doña Chumbera se sentía sola, a pesar de estar acompañada de sus colegas tuneros, ellos eran muy parcos, por su misma naturaleza solitaria en el desierto, solo Doña Chumbera tenía ansias de conversar con alguien, para conocer cómo eran las personas fuera del desierto. 

   Un día, un anciano llamado Jacinto estaba en las inmediaciones del desierto, él estaba un poco enfermo y es que este anciano había vivido muchos años y se encontraba desanimado, ya que no tenía ganas de vivir, lo que le generó una gripe y cuando tosía le hacía doler las costillas; además el calor del desierto hacia que sudara bastante su espalda y luego se enfriaba con el viento ocasionándole escalofríos.

Don Jacinto decidió adentrarse al desierto para morir y tenía las siguientes reflexiones:

– Ya no me  siento como antes, he vivido mucho, he disfrutado la vida y ya puedo morir en paz, además esta tos no me deja tranquilo, ¡para qué vivir! Ni mis hijos y nietos se interesan por mí, ya no les preocupa para nada si estoy bien o mal, que más me queda.

Mientras caminaba por el desierto, Doña Chumbera lo observó y se alegró, tenía ganas de hablar con aquel forastero:

– ¡Hey! Forastero –  le gritaba Doña Chumbera. Pero Don Jacinto solo escuchaba el silbido del viento que se generaba cuando rozaba las pencas de Doña Chumbera.
 
Y el anciano Jacinto decía:

– Qué extraño silbido, es como si tuviera vida esta plantita, hace que el viento silbe con sus pequeñas espinas, y mirando a Doña Chumbera le decía:
 
– Preciosa que querrás decir con tus silbidos.

Y mirando sus deliciosas tunas dijo:
 
– Qué ricas se ve estas tunas, tal vez coma una antes de morir.

   Y Doña Chumbera vio que el anciano estaba desalentado y se entristeció, pero en ese momento se le ocurrió una idea, se concentró en trasmitir un poquito de energía hacia las tunas, ya que pensaba que cuando las comiera el anciano se sentiría mejor.

   El anciano tomó algunas tunas y se las llevó a la cabaña abandonada que estaba cerca y comiendo varias de ellas que estaban deliciosas, se durmió en el piso de la cabaña.

Mientras el anciano Jacinto dormía, Doña Chumbera decía:

– ¡Oh!, yo esperaba conversar con alguien pero el pobre anciano está enfermo y muy desanimado, bueno creo que también me ha contagiado su desaliento y me ha comenzado a salir este polvillo blanco en mis pencas que me incomoda.
 
Y mirando que también a sus compañeros Tuneros tenían aquel polvillo les preguntó:

–  Amigos, a ustedes no les molesta?

Y sus compañeros, con sus ojitos diminutos, solo miraban a la Doñita Chumbera. Y ella decía: 
– Vaaa!, para que les pregunto si no les gusta hablar.

Mientras pasaron unas horas, Don Jacinto despertó, comenzó a sentirse mejor y la tos desapareció, ya no tenía la gripe.

– Qué extraño! como me habré curado? Se decía el anciano, y recordando dijo:
 
– Claro! Han sido las tunas que comí, iré agradecerle a la plantita.
 
Y cuando el anciano se acercó a ella, le dijo:
 
– Gracias plantita!, tus deliciosas tunas me han curado la gripe.
Y Doña Chumbera decía en voz alta:

– Me llamo Doña Chumbera Tunera, espero que también te haya curado el desánimo frente a la vida.

Y el anciano Jacinto se quedó sorprendido porque de alguna manera comenzó a entender lo que decía la Doña y dijo:

– Que extraño! tal vez mi travesía a este desierto me haya afectado, ahora escucho voces.

Y Doña Chumbera alegrándose porque el anciano parecía haberla entendido, le dijo: 

– Venerable anciano me entiende lo que digo?

Y Don Jacinto cayendo sentado al suelo, le dijo:

– Cómo es posible esto? tal vez mi muerte está cerca porque hasta las plantas las entiendo cuando hablan.

– Y Doña Chumbera le dijo:

– No se alarme venerable anciano, tal vez mi deseo de charlar con alguien se ha hecho realidad, es posible que al comer mis tunas le haya dado la habilidad de poder escucharnos.

Y Don Jacinto le dijo:

– Ya entiendo, y no solo eso, tampoco tengo gripe, ha sido un milagro.
Y Doña Chumbera alegrándose por el anciano le dijo:

– En realidad concentré mi energía positiva en las tunas para contagiarle un poco de ánimo, que lo vi muy decaído.

– Es verdad, decía Don Jacinto y continuaba diciendo, lo que sucede es que siento que mi vida ya no tiene sentido.

Y Doña Chumbera interrumpiéndolo le dijo: 

–¿Cuál es su nombre? Y porque dice que no tiene sentido?

– Me llamo Don Jacinto y estoy desanimado porque veo que las personas ya no me toman en cuenta, porque ya estoy viejo, siento que ya soy una carga para mis hijos, y ya no estoy para trabajar, buscaba un lugar donde caer muerto y pensé en este desierto, porque me trae recuerdos vagos de mi infancia y sobre todo esa cabaña abandonada.

Y Doña Chumbera le dijo:
– A mi también, recuerdo un niño pequeño que nació hace tiempo en esa cabaña y que los papas de aquel niño, lo llamaban nuestro querido Jacinto.

El anciano sorprendido y con algunas lágrimas en sus ojos dijo:
– Oh! No puede ser, es cierto, ya comienzo a recordar a mi padre cuando me llevaba en sus hombros en este desierto e íbamos al pozo a sacar agua, como es la vida, uno vuelve al terruño donde nació y lo he encontrado.

Y Doña Chumbera también estaba sorprendida:
– Veo que ustedes las personas envejecen rápidamente, no puedo creer que tú fueras aquel niño, pero si es así como cuentas, desperdicias mucho tu tiempo en estar desanimado, sería bueno que disfrutes los momentos de cada día.

Y Don Jacinto con un poco mejor de ánimo le dijo a Doña Chumbera:

– Tienes razón mi estimada Doñita, todas estas cosas me llevan a encerrarme en mi mismo. Bueno, por lo menos arreglaré esta cabaña para dejarla más bonita.

   Y es así que Don Jacinto se puso a reparar la vieja cabaña y Doña Chumbera lo observaba, pero también ella se preocupaba por ese polvillo blanco que cubría sus pencas (palas).

Cuando termino de reparar la cabaña el anciano se sintió confortado y se decía:

– Qué bonita ha quedado la cabaña!, le preguntaré a Doña Chumbera su opinión.

Y llegando a ella, la vio triste, cubierta de polvillo blanco y le dijo:

– Doña Chumbera que le ha pasado?

– No lo sé, comenzó a salir en mis pencas y ahora todo está cubierto de polvillo.

   El anciano comenzó a observar ese polvillo, era de color blanco y granulado, era una especie de insecto muy pequeño, luego froto entre sus dedos y vio que le pinto con un color rojizo, y le dijo: 

– Parece una especie de tinte natural.

Y Doña Chumbera decía: 

– Qué significara? que me voy a morir?

– No se preocupe Doña Chumbera, iré llevando al mercado este polvillo blanco y preguntaré alguien que conozca, tal vez me dé razón de ello. 

   Y es así que en un costalillo, Don Jacinto junto todo el polvillo blanco que pudo y fue caminando lentamente a un pueblo cercano al desierto.

 Doña Chumbera estaba impaciente por saber el significado de ese polvillo.

– Que será?, porque me habrá salido y a todas mis compañeros también? Mientras esperaba que Don Jacinto llegara, seguía despierta mirando las estrellas. Y continuaba diciendo:

– Parece que todo tiene una causa en la vida, porque el anciano aparece justo cuando comenzó a salirle el polvillo y si no hubiera venido, nadie me hubiera ayudado a saber de qué se trata.

   Mientras el anciano descansaba en el pueblo que estaba cerca al desierto, para ir temprano al mercado para averiguar si alguien conocía de aquel polvillo, también se decía a sí mismo:

– Si no fuera por Doña Chumbera, no estaría tan animado por ayudarla y por lo menos tengo un sentido en la vida, quien iba pensar que el desierto me daría un trabajito, además ella me ha curado la gripe con sus tunas, me ha sanado de esa sensación de desesperanza por la vida y debo ayudarla.

   Cuando llego la mañana, Don Jacinto inmediatamente fue al mercado y preguntaba a todos los vendedores sobre el conocimiento de aquel polvillo blanco y nadie le daba razón, hasta que llego a un mercader que vendía telas y miro el polvillo y le dijo:

-Es cochinilla, es una tintura natural especial, que a veces es utilizada para embellecer, sobre todo a las damas, conozco alguien que hace lápices labiales de colores bonitos y son muy caras. Vaya de frente y en el pasaje final encontrara al mercader que vende esto. 

Cuando llego al mercader de lápices labiales y este vio el polvillo blanco dijo:

– Oh! Por fin encuentro cochinilla, es muy escasa, cuanto quieres por ella anciano?

Y Don Jacinto le dijo:

-No he venido a vender, más bien vine averiguar qué es este polvillo blanco.

Y el mercader de lápices labiales le respondió:

-Se llama Cochinilla, es un pequeño insecto que viven en las palas de la tuna, tomando la savia de las pencas como alimento. Y con el sol este insecto se seca, por eso cuando lo frotas, pinta de color rojizo.

Y Don Jacinto dijo: 

– Ya veo, no es una enfermedad de la planta.

– No, respondió el mercader y continúo diciendo:

– Te pago unas monedas anciano por tu costalillo de cochinilla.

   Don Jacinto aceptó las monedas y le dijo que le traería más Cochinilla, para lo que el mercader se puso muy contento, porque ya tenía un proveedor de Cochinilla. Y Don Jacinto aprovechó de comprar alimentos y también le alcanzó para comprar una pequeña escobilla con mango alargado para limpiar a Doña Chumbera de la cochinilla, también sogas, baldes para sacar agua del pozo y lampitas entre otras cosas que veía necesario adquirirlas; y Don Jacinto decía:

– Con esto ayudaré a Doña Chumbera a sacarle toda la Cochinilla que tiene.

    Y Don Jacinto se dirigió al desierto muy contento, mientras Doña Chumbera comenzó a divisarlo en el horizonte del desierto, se sintió muy contenta, cuando llegó Don Jacinto le contó todo lo sucedido en el mercado y le dijo que no se preocupara, sacando la escobilla comenzó a limpiarla juntando la cochinilla en costalillos, de esa manera quedó más limpia y bonita, Doña Chumbera se sentía muy contenta y les decía a sus compañeros tuneros:

– No se preocupen amigos, que Don Jacinto los limpiara a su debido tiempo y nunca me imaginé que el mundo que se encuentra fuera del desierto, valorara mucho este polvillo llamado cochinilla.

 Y Don Jacinto dijo a Doña Chumbera:

– Tampoco me imagine que a mi edad sería útil para alguien, me sentía que era un descartable para el mundo, que ya no era productivo, pero con tu apoyo, me doy cuenta que todos somos importantes y que Dios nos enseña lo valiosos que somos ante los demás.

– Es verdad querido Don Jacinto –  dijo Doña Chumbera – todos somos valiosos, yo también pensé que solo mis tunas eran valiosas, pero veo que existen otros tesoros escondidos como la Cochinilla, que antes la veía como un mal, pero ahora sé que es muy valiosa para la gente fuera del desierto, Dios nos da ciertas cualidades que no sabemos que son importantes para los demás.

    Pasado un tiempo, el desierto se hizo muy reconocido como proveedor de la mejor Cochinilla del lugar, los nietos de Don Jacinto iban a visitarlo muy seguido y sacaban agua del pozo para regar a Doña Chumbera y a las demás plantas; por lo que ya no se sentía tan solitaria como antes, porque hasta sus amigos Tuneros conversaban con ella; de esta manera vivieron muy felices Doña Chumbera y Don Jacinto conversando y agradeciendo a Dios por los cambios realizados en el desierto para el bien de todos.

*** FIN ***
lapm, Lima 29/07/2013

Elaborado el lunes, 29 de julio de 2013